Por Francisco Frezzini. Con el reinicio del sistema democrático, allá por el año 1983, se restableció la vigencia de la Constitución Nacional, que establece entre otras muchas cosas, La libertad de expresión.
El periodismo, los medios volvieron a tener plena libertad para opinar, analizar y publicar, sin ser sancionados y perseguidos. Con el avance de los años, los distintos presidentes, trataron de ampliar esa libertad, que tenía algunas trabas. Se sancionó la ley de La Real Malicia, donde se suponía que el periodista, si ofendía o injuriaba a personas o instituciones, lo hacía para informar y no con malicia o intención aviesa.
El periodismo independiente en estado puro se da en pocos medios, los que no están financiados por el estado o empresas, los que no responden a ideologías extremas, los que no venden sus ideas y convicciones por una pauta publicitaria.
El periodismo independiente, no es valorado en toda su importancia, el lector o el oyente, tiene sus sentidos domesticados a lo que durante muchos años escuchó, leyó o vio.
Noticias, comentarios u opiniones direccionadas para confundir primero y convencer después.
La libertad de prensa, no deriva necesariamente en un periodismo independiente e incontaminado. Con la libertad se puede tergiversar los conceptos, enmarañarlos hasta convertir la mentira en verdad.
La prensa independiente, debe hacer un gran esfuerzo, para subsistir, los ciudadanos de mentes emancipadas, deben apoyar el tiránico esfuerzo de los grupos libres de contaminación periodística, sin un mensaje subliminal.
“Lo que no se sabe no existe”, los medio independientes, son “peones de la libertad”, expresan el sentir de los hombres sin ataduras, sin prejuicios, son los mentores de una Democracia plena, que se va a consolidar en la medida que el periodismo independiente se expanda y se afianza.