María Inés Perini Costa (48) era directora de la Escuela Normal “Manuel F. Mantilla”, de Mercedes. La hallaron sin vida, con la cabeza destrozada, a fines de junio de 1965. Era soltera y vivía en un anexo del establecimiento.
a abrupta interrupción de la rutina de una docente despertó la intriga de las autoridades del establecimiento educativo donde se desempeñaba. La mujer vivía sola en un anexo del local escolar. Decidieron a verificar por qué no respondía al llamado de la puerta ni contestaba el teléfono. Treparon por una ventana de la planta alta, que permite el acceso a una galería que tiene comunicación con el dormitorio. Observaron que la pieza estaba en orden. Al bajar por la escalinata, al pie, hallaron el cadáver sobre un charco de sangre seca. Hacía días que la habían matado.
Sabían que la víctima mantenía hacía tiempo relaciones íntimas con Jorge W. Tressens, un viajante, nacido el 23 de marzo de 1915, tres años mayor que ella. Fue detenido y trasladado a Paso de los Libres como principal sospechoso. Unos 100 testigos desfilaron por el Juzgado. Dos años más tarde, recuperó la libertad por falta de mérito. El crimen quedó impune y rodeado de misterio.
La historia *
La ciudad de Mercedes se conmovió por el alevoso asesinato de una conocida educadora local, cuyo cadáver apareció en su domicilio, anexo al establecimiento (hoy jardín de infantes), donde se desempeñaba como directora interina.
La victima del brutal ataque fue la señorita Maria Inés Perini Costa. Tenía 48 años y era soltera. Había nacido en Paraná, provincia de Entre Ríos, y llevaba 20 años viviendo en Mercedes.
La educadora nació el 7 de julio de 1917. Hija de Pastor Alberto Perini y de la doctora María Ramona Costa de Perini, española, que vivía en la capital entrerriana con otros hijos.
La víctima había cursado estudios en el Instituto del Profesorado de Paraná, donde el 12 de enero de 1941, según constaba en su legajo personal, se graduó de profesora de Matemáticas.
Cuatro años después se trasladó a Mercedes, donde obtuvo por concurso la cátedra de Matemáticas, en la Escuela Normal Mixta y Bachillerato Anexo “Manuel F. Mantilla”.
La profesora ocupó como vivienda el anexo, en Juan Pujol 1316. La señorita Perini Costa, como la llamaban, permaneció desde entonces en Mercedes y todos los años, durante las vacaciones, viajaba a su ciudad natal, para visitar a sus padres. En ocasiones, era su madre la que se trasladaba a Mercedes, para pasar junto a ella una temporada.
En 1959 ocupó la vicedirección del establecimiento. Tres años después, quedó vacante la dirección y la señorita Perini Costa pasó a desempeñar ese cargo en forma interina. A fines de 1963, sin embargo, remitió a la Junta de Calificaciones del Ministerio de Educación una solicitud para ser trasladada a la Escuela Normal de Corrientes. Se ignoran las causas, por las cuales formuló ese pedido. Por resolución del 6 de febrero de 1964, la Junta accedió al pedido y la señorita Perini recibió la comunicación en tal sentido. No obstante ello, no hizo uso de la autorización del traslado. Se ignora por qué razón y tampoco se supo si pretendía utilizarla más adelante.
En la misma cuadra del edificio, que ocupa una manzana, se encontraba la casa del mayordomo del establecimiento, Manuel Rogelio Schaffer. Todas las mañanas, a hora temprana, llegaba a la vivienda una mucama para efectuar la limpieza. La mujer no tenía llave, de manera que golpeaba la puerta y esperaba a que la señorita Perini le abriera. Habían convenido, que en el caso de que aquella no concurriera a abrirle, era señal que para ese día no necesitaba de sus servicios, de modo que la mucama podía retirarse.
En la tarde del 25 de junio de 1965, había concurrido al domicilio de Eduardo Barnada, donde, con motivo de su cumpleaños , se realizó una fiesta, a la que fue con un regalo. A las 20, se retiró para participar de una reunión que se realizó en la Municipalidad, a la que había sido especialmente invitada con otros profesores. La reunión se prolongó hasta pasadas las 23, hora en que la señorita Perini regresó a su domicilio. Esa fue la última vez que se la vio con vida. El sábado y el domingo algunos la llamaron por teléfono, como lo hacían a menudo, pero Perini no respondió a ninguno.
Pensaron que la señorita se hallaba en casa de otras personas de su amistad, de manera que no se preocuparon. El lunes 28, la secretaria se sorprendió por la tardanza de la directora. Solía concurrir muy temprano a su despacho. Pero pasó el tiempo y no se hacía presente. Algo extrañada, la secretaria comunicó la novedad al subdirector Alberto Romero, quien preguntó entre las amistades de la directora y estas dijeron que no la habían visto. Se pensó que podría haberse ausentado de la ciudad en un imprevisto viaje. Pero pronto se descartó esa posibilidad. Ella lo avisaría de la misma manera que lo hacía cuando, por alguna enfermedad, no podía concurrir a la escuela.
En la mañana del sábado, del domingo y de ese lunes, la mucama había concurrido como de costumbre a la vivienda, pero, al no obtener repuesta a su llamado, se retiró.
* Publicado en la revista ASÍ Nº 495, del 13 de julio de 1965.
El hallazgo del cadáver
Autoridades de la escuela y varios ordenanzas se trasladaron a la vivienda de la directora, ese lunes 28 de junio de 1965.
Llamaron y nadie respondió. La puerta estaba cerrada con llave. Pero observaron que las luces del piso superior estaba prendidas. El mayordomo Schaffer y el ordenanza Pauli, con la autorización del subdirector Romero, treparon hasta una de las ventanas, rompieron el vidrio e ingresaron a la planta alta.
La ventana permitió acceder a un pasillo que, a su vez conduce al dormitorio.Todo estaba en su lugar.
Bajaron la escalinata y allí, al pie, se hallaba el cuerpo de la señorita Perini.
Un gran charco de sangre ya seca manchaba el piso en torno a su cabeza. Las paredes, la estufa y algunos muebles del vestíbulo presentaban también manchas de sangre.
Posteriormente se comprobó que el asesino había limpiado los lugares donde pudieron quedar huellas. El cráneo de la víctima había sido prácticamente machacado a golpes, con algún objeto contundente que no fue hallado. Con posterioridad, también se comprobó que faltaba una estatua del Quijote, de bronce, que pudo ser el arma homicida.
Perini vestía las mismas ropas, que llevaba en la noche del viernes, en las reuniones donde había concurrido. Mantenía apretada contra su pecho la cartera y aferraba con la mano derecha sus anteojos.
No había indicios de lucha ni de robo
Todo estaba en orden en la casa. No se advertieron indicios de que los muebles hubieran sido revisados ni tampoco señales de lucha.
Era evidente también que no revisaron la cartera, que quedó debajo del cuerpo. Tenía algunas joyas y una suma de dinero.
La autopsia determinó que la muerte databa de las últimas horas de la noche del viernes.
El hecho de que llevaba la misma ropa con la que habían visto por última vez hizo conjeturar en que fue ultimada a poco de regresar a su domicilio.
Llamó la atención, por la profundidad de las heridas y las fracturas que tenía en el cráneo, el feroz ensañamiento con que obró el criminal.
La policía investigó a fondo e interrogó a todas las amistades de la víctima. El caso quedó impune.