La locomotora salió por última vez de la estación Corrientes hace más de dos décadas y no volvió a regresar.
Pasaron 28 años cuando el 10 de marzo de 1993 Corrientes, al igual que gran parte del país, quedó sin ferrocarril y con él, miles de familias trabajadoras que habitaban cientos de pueblos del Interior quedaron prácticamente incomunicados y sin posibilidad de desarrollo.
Esa fecha marcó un antes y un después en la historia, dada la importancia a nivel social, económico y productivo que significaba la presencia de una red férrea activa en localidades que fueron creciendo y fundándose a la vera de las vías.
El anuncio lo realizó el titular de Ferrocarriles Argentinos (FA), Ignacio Ángel Ludueña, en una conferencia de prensa realizada en el Palacio de Hacienda, acompañado por el subsecretario de Transporte Automotor, Elio Cipollatti, y el director nacional de Transporte Ferroviario, Roberto Pía.
La Capital no escapó a ese impacto, dado el corte en la comunicación y transporte que provocó el cese del servicio del tren.
En ese día, la empresa estatal Ferrocarriles Argentinos deja de brindar los servicios de larga distancia y en las provincias debieron hacerse cargo del trasporte de pasajeros, pero solo La Pampa, Buenos Aires y Río Negro aceptaron el desafío. Corrientes dijo no, y con ello marcó el inicio de una etapa de deterioro y atraso. Cientos de pueblos dependían del paso del tren porque sus comunidades lo utilizaban como medio de trasporte para trabajar y estudiar. Cuando desapareció el tren, con él fueron muriendo económica y socialmente, porque las vías eran como venas y arterias que llevaban vida a cada rincón del territorio.
Varios sectores que se vieron afectados por la desaparición del servicio del tren El Correntino que llegaba a la ciudad, se sumaron al olvido del llamado Ferrocarril Económico, que hoy día tiene parte de su maquinaria y vagones en exposición en la plaza de Santa Ana. Vestigios del abandono están presentes en la estación local por avenida Maipú, donde en el presente sólo funciona como terminal de ómnibus. En la parte de atrás, se pueden observar el deterioro de la infraestructura ferroviaria, los galpones abandonados y el desmantelamiento del material rodante.
Como consecuencia de aquella desaparición del tren, podría mencionarse también a cientos de familias que perdieron sus fuentes de trabajo, pueblos aislados, incomunicación y desigualdad social; terrenos abandonados, estaciones que hoy son utilizadas como casas de familias, la pérdida de talleres ferroviarios y la desventaja de no contar con una opción de transporte económica y segura.
CONSECUENCIAS.
La desaparición del tren a nivel ciudad, provincia y en gran parte del país sin dudas provocó los hacinamientos en las grandes ciudades, dado que las poblaciones más remotas tuvieron que movilizarse a los centros urbanos en busca de una fuente de trabajo, ya que muchas familias dependían del tren para subsistir.
A todo esto hay que sumarle un elevado costo del flete en el transporte de carga por camión, que influye directamente en los productos que consumimos. Además, existe una creencia generalizada y errónea de que ya no es posible reactivar los ferrocarriles, y cuando hay propuestas en pos de resucitar el servicio ferroviario, muchos lo ven como una opción inviable. La consulta a las personas aseguraron que la presencia del tren era fundamental para el desarrollo productivo, económico y social de la ciudad y la provincia, pero, a su vez, no creían posible que el tren vuelva a resurgir desde sus cenizas.
Hoy en Corrientes sólo se cuenta con un transporte automotor deficiente y con tarifas que para muchos son abusivas, pero son la única opción para el traslado de pasajeros en forma colectiva.
El Ferrocarril General Urquiza, que tenía a su cargo el servicio de transporte ferroviario desde Corrientes hasta la estación Lacroze en Buenos Aires, dejó de funcionar y la locomotora El Correntino Nº 603-604 se fue de la ciudad y no regresó.
Compartido Sr. Barboza.
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