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El 241 aniversario del natalicio del padre de la Patria

En la margen derecha del majestuoso rio Uruguay, está situada entre naranjales y palmeras la villa de Yapeyú, habitada principalmente por indios a los que la misteriosa ciencia social de los jesuitas redujo a la vida civilizada.

En aquellas comarcas, que aun llevan en su memoria el nombre de misiones y que hoy forma parte de la provincia de Corrientes, nació don José de San Martin, un 25 de febrero de 1778.

Yapeyú -al decir de Mitre- en la época de los jesuitas era una de las poblaciones más florecientes de su imperio teocrático. Al tiempo del nacimiento de San Martin, si bien decaída, era todavía una de las más ricas en hombres y en ganados.

Cuando Juan de San Martin y su esposa, Gregoria Matorras, se afincaron en Yapeyú, hacia exactamente siete años que los jesuitas habían tenido que abandonar la comarca.

Estas tierras degradadas fueron la misión que le encomendaron a Juan de San Martin, recuperarlas, hacerlas revivir, producir y ese fue el selvático paisaje donde abrió por primera vez sus ojos, ese niño criollo predestinado a la inmortalidad.

Al dejar Yapeyú era un niño tierno, pero eso no le impidió grabar en su alma los recuerdos del solar nativo. España lo preparó e hizo del niño un hombre de inconmensurable fortaleza.

El recuerdo de ese pedazo de tierra americana, habría de perseguirlo toda su vida. el pequeño José Francisco tenia cuatro años cuando llegó a Buenos Aires. Ricardo Rojas dice: “llegó a la edad de la razón, aquí lo iniciaron en la doctrina cristiana, en la historia sagrada, en la gramática, aquí aprendió a leer y escribir”.

Al atracar en Cádiz el barco que los traía de América en 1784, la familia pisó por fin tierra española después de más de cincuenta dias de viaje. se instalaron en Málaga, donde José Fancisco ingresó al seminario de nobles de Madrid. Se enseñaba allí, la gramática, la retórica, francés, italiano y latín. El joven estudiante tenía ocho años y se sabe que salió a los once para incorporarse como cadete en el regimiento de Murcia. Del seminario nació su afición por la pintura, la música, las matemáticas y se acostumbró a leer en francés a los autores clásicos y a los enciclopedistas.

en el regimiento de Murcia dio comienzo a su verdadera educación. Curiosamente su uniforme era celeste y blanco, colores que tiempo después pasearía por América.

Su primera campaña fue en el África mora, recibiendo allí su bautismo de fuego. En los pirineos españoles y franceses aprendió actuar en terrenos montañosos.

La España borbónica, ante el asesinato de Luis XIV, desató la guerra contra Francia. San Martín y su regimiento fueron a Andorra, con solo 15 años era ya subteniente del Murcia. Después de integrarse con la escuadra española del mediterráneo, ve la derrota marítima en el combate naval de cabo San Vicente. El joven teniente segundo ve la confusión política de la Europa. Observa estas realidades y comienza a comprender que vive en un mundo sin rumbos claros. La revolución francesa ha dejado sus semillas que van a madurar lentamente.

Ya teniente coronel, luego de Bailén y Albuera, pasó a ser comandante de dragones. Este será su último puesto en la milicia española, antes de decidir volver a América.

En una carta de su vejez al mariscal Castilla, presidente del Perú, le recuerda : “…en una reunión de americanos en Cádiz, sabedores de los movimientos acaecidos en caracas y buenos aires, resolvimos regresar cada uno a sus países de origen para prestar nuestros servicios en la lucha, pues calculamos se habría de empeñar”

en esos encuentros de la reunión americana, conoció a O’Higgins de Chile, Caro de cuba, Mariño de Nueva Granada, Teresa Mier de México, Montufar de Quito y a otros criollos americanos que preparaban con sus ideas, la emancipación del nuevo mundo.

Luego de doce años de lucha sin descanso, de libertar Chile y Perú y afianzado con ello la libertad de las provincias unidas del Rio de la Plata, el general San Martín emprende su regreso a Europa. Sube erguido por la planchada de “Le Bayonnais” envuelto en una larga capa negra; su figura es imponente y lleva de la mano a su hija, una pequeña niña que no supera los siete años.

Mientras el barco va saliendo del Plata, en los años dejados atrás viene a su mente todo lo que tuvo que sufrir para en tan poco tiempo lograr tantos cambios. Desde la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, su bautismo de fuego en San Lorenzo, el Ejercito de los Andes, Chacabuco y Maipú, su llegada a Lima y su entrada triunfal , organizando gobiernos, congresos, leyes, instituciones, banderas, bibliotecas, escuelas. Su genio lo llevó hasta las más altas posiciones.

Los que lo conocieron en sus últimos años, dijeron que aún en su ancianidad se destacaba por la gallardía de su postura, y por lo sugestivo y luminoso de su mirada, tan viva, inquieta y penetrante que impresionaba, que difícilmente la persona que lo había visto una vez, podía borrarla de su memoria.

Félix Frías, pudo arribar a la casa de Boulogne Sur Mer, pocas horas antes de su muerte. “tuve la dolorosa satisfacción de contemplar los restos inanimados del general, cuya vida está escrita en paginas tan brillantes de la historia americana”.”Dos hermanas de caridad rezaban por el descanso de su alma. Un reloj de cuadro negro colgado de la pared, se paró aquella noche a las tres, hora en que había falleció el general. Singular coincidencia, el reloj de bolsillo que el usaba, también se detuvo a las tres de la tarde, como si no quisieran vivir mas después de su dueño”.

El lunes 17 de mayo de 1880 fondeó en el puerto de Montevideo el “Villarino” con los restos del General San Martín, decretando el gobierno uruguayo, honores en su nombre. llegó a Buenos Aires el 24 de mayo, pero recién el 28 se rindieron los homenajes previstos. El ex presidente Sarmiento hablo en nombre del ejército y entre otros conceptos dijo:

“…después de un largo ostracismo, vuelven estos gloriosos despojos a reposar en nuestro suelo, que serán depositados en el altar de la patria y santificado como el más ilustre de su mártires…”

En la plaza San Martín, hablo el presidente Nicolás Avellaneda, quien terminó su discurso diciendo:

“sombra del Gran Capitán, vuestro ultimo voto esta cumplido”

Bibliografia:

Bartolomé Mitre- “Historia de San Martín y la emancipación sudamericana”

Martha Salas – “El niño criollo» – edicion del autor – tipograf.